jueves, 28 de junio de 2007

Primer día sin Blair


Néstor Morales

Una sonriente pareja comienza a ocupar Downing Street 10, Gordon Brown y su mujer comienzan un nuevo período a cargo del Gobierno Inglés. Por las calles de Londres ronda la pregunta sobre el nuevo rol de Tony, como le gusta que lo traten al desde hoy ex Premier inglés. Cuáles serán los alcances y logros de quien fuera por diez años el máximo articulador de la política de las “islas británicas” y que luce a su haber tanto el proceso de paz con irlanda como el apoyo irrestricto a Bush en su obsesión con Irak.

Desde ese día pareciera que su sino estuviera escrito. Tanto es así, que al abandonar Downing Street lo hace para encargarse del proceso de paz palestino-israelí o como quiere llamársele encargado del Cuarteto para los asuntos de próximo oriente. En la propia región no es bien visto que un político cuya tarea será impulsar el proceso de paz haya actuado como parte beligerante en Irak. El papel de Gran Bretaña, desde antiguo, como potencia mandataria para la creación de nuevos Estados es apreciado negativamente en los países vecinos de Israel, nunca podrá aislarse la visión del Imperio en pos de la reconstrucción de países por parte de los representantes de la corona británica. Pero si bien los mediadores son importantes, lo decisivo son los participantes. La más reciente cumbre en Sharm el Shaij, Egipto, arrojó resultados positivos —con o sin Blair— sólo si los implicados en el conflicto dan pasos valientes. La solución debe provenir de la misma región.

Es cierto, luego de haber ahogado el proyecto de crear el cargo de un ministro europeo de Relaciones Exteriores, Tony Blair se dispone ahora a dejar atrás al Alto Representante de Relaciones Exteriores de la UE, Javier Solana, que desde 1999 teje pacientemente la red de una futura diplomacia europea. De acuerdo con informaciones norteamericanas, Blair deberá asumir la tarea de reconstituir las funciones vitales de un Estado palestino, actuando peligrosamente contra Hamás, que controla la Franja de Gaza.

Más tarde o más temprano, Blair, como diplomático, deberá negociar con los islamistas y los países que apoyan a Hamás. ¿Qué les dirá? ¿Les dará la mano, como dio la mano a los líderes del Sinn Fein en 1997 para abrir una senda hacia la reconciliación en Irlanda del Norte? O ¿cómo se la dio a Bush y Aznar en una isla mediterránea para perseguir a Saddam Hussein? El desafío es enorme para un hombre profundamente religioso, que llevó a su país a varias guerras en nombre de la democracia. Quizás por eso su interés actual por la Iglesia Católica.

Los mismos argumentos sobre el papel de Blair en la intervención militar en Irak señalan la impropiedad de que pueda llevar adelante su misión de Enviado de paz para el Próximo Oriente con cierta credibilidad. En su defensa es posible decir que Blair ha sido causante de la renovación de estilos en la forma de hacer política en Inglaterra, su nuevo laborismo transformó el modo de llevar adelante un plan nacional. Las reformas son lo suyo, útiles o no, exitosas y no tanto, es el agua donde sabe nadar el rockanrollero ex primer ministro; él mismo ha resaltado varias veces que un fin del conflicto entre israelíes y palestinos es la clave para la estabilización de toda la región, hasta Bagdad. Naturalmente, su decisión de seguir e Bush en la invasión a Irak ha desatado odio contra Blair en el mundo árabe. Pero también es evidente que el Próximo Oriente sabe respetar a personalidades fuertes y con carácter. Al fin y al cabo Blair es un claro ejemplo de buena negociación: desde los funerales de la princesa de Gales hasta la paz que parecía imposible en Irlanda del Norte aún si le merece en la labor que inicia, los mismos diez años.

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