viernes, 2 de abril de 2010

Fernando sigue ausente

La identificación de restos humanos es un asunto complejo, requiere tanto de elementos antropológicos como de tecnología científica de primer orden, más aún cuando se trata de hallazgos de restos encontrados en pésimas condiciones de conservación y de alta manipulación violenta de las personas al morir y luego de los restos, trasladados muchas veces de lugar en lugar, apilados y diseminados.

El caso de los detenidos desparecidos en Chile posee todas estas características. Una primera avanzada de estudios incluyó esfuerzos de médicos y antropólogos con escasa preparación y con más necesidad de reconocimiento propio que de reconocer a las víctimas de la masacre de la dictadura militar, el resultado por todos conocidos llevó a peores decisiones como la de contratar a personal “sin experiencia” (así rezaba el anuncio por el diario) para hacerse cargo del proceso de reconocimiento de DDHH en nuestro país. Al poco tiempo no hubo inducciones necesarias, capacitaciones pertinentes pero si una acelerada faena de identificación que terminó con un Director del SML teniendo que aparecer por la prensa pidiendo perdón por los “supuestos” errores de identificación en los restos de las víctimas.

De ahí en más no se ha escatimado en recursos para poder dar tanto con los profesionales idóneos como con la tecnología y procedimientos tanto de acreditación de resultados como de legitimación pública de éstos. Se llamó a concursos internacionales y se contactó con la gran mayoría de personas que trabajan en estas temáticas a nivel mundial. Como en todo orden de cosa y más aún en la ciencia, la ideología y el Lobby hacen de las suyas por lo que se terminó configurando un equipo nuevamente sin las competencias técnicas óptimas para un proceso de esta envergadura pues las primeras 5 opciones no quisieron ni siquiera pisar Chile por no contar con certezas suficientes de la seriedad con que se trataba el asunto, Aún así una certeza salió del Panel de Expertos Internacionales que asistió en esta discusión, éste determinó y esto sorprende por los anuncios del último año que no existe a nivel mundial herramientas científicas ni tecnológicas suficientes para poder desentrañar verdades respecto a la identificación de restos humanos con las características que el material de muestra presenta.

Así resulta preocupante que el SML haya “identificado o ratificado” la identidad de las víctimas que ha anunciado el último año. Sobre todo por estos días ha anunciado el cierre del tema Patio 29 que casi hizo estallar a ese servicio y a la administración Bachelet completa. Curioso pues no existen argumentos de fuerza que permitan aseverar tales resultados o lo que es peor, con el mismo argumento que se dio en el 2006, se repite luego de los esfuerzos constantes de este servicio por equivocarse y mostrar lo peor del ser humano sea por morbo sea porque en verdad han perdido la noción de sutileza o franca falta a la lex artis en su gestión.

Con todo el problema sigue siendo que la duda aquí es completamente permisible y la verdad, nuevamente pareciera ser construida de manera fraudulenta o para esquivar definitivamente un problema que requiere soluciones y explicaciones más de fondo. Es por eso que no me resulta sorprendente que la familia de Fernando Olivares Mori (“Fernando ha vuelto” de Silvio Caiozzi) tenga legítimas dudas respecto al proceso de identificación y quiera nuevas indagatorias al respecto. Ya no hay conformidad ni confianza en un servicio que ha todas luces no está capacitado para enfrentar ningún problema referido a sus mismas funciones y sólo entrega problemas demoras e incertezas a un proceso criminal que requiere de verdaderas respuestas científicas. El argumento sigue siendo que los DDHH a nadie ya le importan y tal vez sea lo único cierto pues en una sociedad en la que priman sólo los intereses individuales desaparece la memoria colectiva. Cuando desaparece la indignación ante la injusticia perdemos lentamente los sueños de construir una República dándole la razón a los criminales que hace más de 30 años pensaron que era posible desaparecer a las personas. Qué dolor más grande reconocer que tenían razón.
Néstor Morales T.

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