viernes, 20 de julio de 2007

Los que traicionaron a Hitler


Raúl Sohr



Alemania ha reconocido los crímenes cometidos durante el nazismo. Ha pagado, como correspondía, las reparaciones a muchas de las víctimas. Sin embargo, el Estado germano ha vacilado a la hora de rehabilitar a algunos de sus ciudadanos que “traicionaron” a la dictadura de Adolfo Hitler. Los desertores de las Fuerzas Armadas nazis tuvieron que esperar más de cincuenta años para que, recién en 1998, el Parlamento federal les concediera derechos y pensiones. Durante medio siglo, los que no reconocieron filas o las abandonaron fueron tratados como infractores por el Estado alemán.
Sin embargo, también resta reconocer en forma póstuma a un importante grupo de alemanes que tuvo el coraje de desafiar las órdenes aberrantes de sus superiores. La mayoría de los 30 mil uniformados sentenciados a muerte por las cortes marciales del Tercer Reich han sido rehabilitados, pero no así los que fueron acusados de traición. Es difícil comprender los criterios por los cuales los actuales legisladores alemanes dudan, aún hoy, en rendir homenaje a esos “traidores” de ayer. A fin de cuentas, son quienes ofrendaron sus vidas dañando a un régimen genocida.
Uno de los acusados por cometer esta presunta traición y que fue ejecutado es un soldado que intentó sacar a un grupo de judíos de Hungría para llevarlos a Rumania y así salvarlos de la muerte en el campo de exterminio de Auschwitz. Otro escribió en su diario personal, antes de pararse frente al pelotón, que era acusado de “ser un amigo de los judíos y los bolcheviques y que insultaba al pueblo alemán, sus líderes y al Ejército”.
Sin embargo, también hubo casos en que el destino fue generoso con quienes tuvieron el valor de actuar con humanidad. Un sobreviviente de Stalingrado, Günther Ettel, de la Luftwaffe, me narró su experiencia. Él observó masacres de soldados rusos obligados a acostarse en los caminos de modo de ser triturados por los tanques. Este mecanismo permitía ahorrar municiones. En una oportunidad, Ettel capturó a un oficial ruso y lo llevó a su campamento. Apenas llegó, un oficial alemán tomó una metralleta y se aprestó a despacharlo. Ettel quiso impedirlo pero no lo logró y el prisionero fue casi partido en dos mientras él era salpicado por la sangre. Ese mismo día, Ettel fue convocado a un curso en Alemania para ascender en su carrera militar.
No tuvo más remedio que viajar con el uniforme cubierto de sangre. Al llegar a la academia a la que asistiría, el oficial responsable le reprochó su presentación. Ettel le replicó que era “la sangre de un oficial ruso asesinado por un alemán”. La palabra “asesinado” indignó al mando, quien le advirtió que si la repetía terminaría ante una corte marcial.
Ettel reprobó el curso, lo que retardó su partida y eso le valió no volver a Stalingrado. Fue el único sobreviviente de su regimiento. Él sabía que los soldados que cumplen órdenes con ahínco, aunque fueran instrucciones bestiales, ganaban medallas. Los renuentes a maltratar a los prisioneros o actuar con visible crueldad eran mal vistos.
Algunos abogados alemanes estiman que quienes cruzaron a las líneas enemigas y delataron a sus camaradas deben permanecer condenados para siempre. Pero resulta incongruente el hecho de que Alemania aceptó como Primer Ministro a Willy Brandt, que luchó en la resistencia antinazi en los países escandinavos, y al mismo tiempo niega una postrera reparación a los que buscaron acelerar la caída de un régimen genocida. Los Estados invocan la “razón de guerra” para justificar todo tipo de alianzas militares si ello conviene a sus fines. Al final, sus actos son juzgados a la luz de la historia. Lo mismo debe valer para los individuos. Y en el caso de los traidores a Adolfo Hitler, sólo cabe saludarlos con la mayor de las deferencias.

1 comentario:

SALVADOR dijo...

Bien dicen que los ganadores ESCRIBEN la historia y ahora con artículos tan plagado de EMBUSTES como este, TERGIVERSAN, INVIERTEN o PROSTITUYEN los conceptos; ¡¡¡TRAÍDOR es TRAÍDOR!!! sea contra GAHP o contra WCH o contra FDR o contra Stalin.