
Jorge Arrate, de la renovación a las raíces. El ex presidente del PS y ex ministro llama a dar un giro de fondo a la Concertación y a unirse con la izquierda excluida en un pacto electoral
Como un inconformista que ha mirado el mundo siempre desde la misma orilla se autocalifica Jorge Arrate, el mismo que hoy llama a conformar un pacto con los sectores excluidos para romper el veto de la derecha en el Parlamento, cambiando incluso la actual Constitución, y a levantar “murallas chinas de vidrio transparente entre los negocios y la política”.
–¿En qué quedó la oferta del primer programa de la Concertación?
–Hubo un documento que redactó el ex presidente de la Comisión Chilena de Derechos Humanos, Jaime Castillo Velasco, que se llamó “Una patria para todos”. Eso es lo que no hemos podido hacer. Me incluyo. El motor de la transición hizo una obra importante, pero el resultado es que terminó en una economía estable, que crece con una muy mala distribución de la riqueza y del ingreso, que ha ensanchado las diferencias y con una democracia incompleta. Necesitamos otro motor.
–A partir de esa deuda surgieron demandas como las de los estudiantes.
–La sociedad chilena se mueve en una ambigüedad. Tenemos un modelo económico y una cultura mercantilista implantados progresivamente, que nos hace a todos ejemplares consumistas y endeudados. El endeudamiento es una pieza fundamental del disciplinamiento del trabajador y, además, una sinvergonzonería. Pero al mismo tiempo, Chile tiene expresiones de inconformismo y rebeldía. Con los “pingüinos” eso resultó particularmente interesante, porque los secundarios son un segmento que la sociedad todavía no ha mercantilizado.
–¿Cómo llegamos a esto?
–Creo que en un momento del camino se trancó el motor y ya la épica del plebiscito y el primer Gobierno de Aylwin, en que todos pisábamos sobre huevos, porque era un momento muy difícil, teníamos boinazos, ejercicios de enlace...
–Pero también tenían a la mayoría de la gente a su favor.
–A lo mejor pisamos demasiado sobre huevos, me incluyo y lo digo como general después de la batalla. Luego, a la Concertación le salió un cototo en la frente de darse tantos cabezazos contra la pared de la derecha a través de la Constitución del ’80, del sistema binominal y el veto parlamentario en el Congreso. Se fue agotando y sufrió algo que padecen todos los gobiernos: creen que tienen que decirle a la gente que todo lo han hecho bien.
–¿Cómo se reencanta con la política?
–La única manera de enfrentar eso es dando un giro muy visible que tiene varios componentes. El principal es abrir las puertas y ventanas.
–¿Para el PC, La Surda, Fuerza Social, Nueva Izquierda y otros?
–Para todos los excluidos y los autoexcluidos. Porque hay excluidos que quieren estar, como el PC u otros, que han participado en las elecciones sin éxito porque el sistema binominal los excluye. Ante ellos tenemos un deber ético, político y de dignidad. No jugarse a fondo por cambiar el sistema binominal es vergonzoso.
–¿Qué significa jugarse a fondo?
–Hacer un pacto para elegir más alcaldes, más diputados, para quebrar el veto parlamentario de la derecha. Un acuerdo de todos los sectores de la Concertación, la izquierda excluida y los voluntariamente excluidos para constituir una mayoría, discutir una nueva Constitución y generar un sistema electoral justo.
–Pero en iniciativas como La Disyuntiva, tienden a hablar entre ustedes.
–Debemos salir más, pero hay que combinar, porque en Chile la política ha llegado a ser cupular, y uno no debe dejar de lado las cúpulas.
–Sólo una mujer firma el documento Unir Fuerzas. ¿Les falta capacidad de seducción?
–Ése es un golpe bajo. Son pocas las mujeres en el Parlamento y la idea de la Presidenta sobre cuotas parece que no es muy bienvenida entre los varones. En ese sentido fui, tempranamente, en el exilio, educado y domesticado en un feminismo duro. Pero ahora veremos cómo continúa esto.
–A propósito de mujeres, ¿cómo evalúa el actual Gobierno?
–Ha habido un ataque inclemente de la derecha con un fuerte machismo y rechazo a la igualdad social de las mujeres. Creo que también hay sectores de la Concertación que, por razones culturales, no han percibido lo que significa que en este país haya una Presidenta, y no cualquier mujer, porque Michelle Bachelet es una mujer con una fuerte vocación por hacer participar a la gente, con un respeto a toda prueba por los menos empoderados. Eso es valiosísimo.
–¿Pero hay críticas?
–El Gobierno que armó resulta de un compromiso estructurado sobre la base de pensar que, existiendo recursos extraordinarios, se podrían impulsar políticas sociales importantes, y que eso no chocaría con encomendar las principales tareas políticas [Interior, Relaciones Exteriores] a políticos DC, y a los sectores liberales progresistas de la Concertación el manejo de la economía. Eso no se puede hacer. No se puede separar la economía de la política y la sociedad. A este Gobierno le falta consistencia en una línea: nos falta saber cuál es la prioridad y quiénes establecen esa prioridad. Yo creo que es luchar contra las desigualdades y las exclusiones.
–¿Eso tiene relación con lo sucedido en Codelco?
–Así es. ¿Cuál es la prioridad: mejorar la calidad laboral de Codelco o que Codelco gane unos pesos más, sin aplicar la Ley de Subcontratación? La prioridad es la primera y la gestión de Codelco debe hacerse con esa prioridad. Las empresas públicas no son iguales a las privadas y lo que están tratando éstas es que Codelco no respete la prioridad, para después cubrirse tras ella.
–¿Cuál es la oferta para profundizar la democracia?
–Debemos superar los intereses corporativos de unos y el resentimiento legítimo de otros y partir por una plataforma mínima de cosas importantes: la exclusión política, el sistema binominal, la Constitución, tiene que haber regulación sobre medio ambiente y materias muy precisas para enfrentar las desigualdades.
–¿En qué quedó la oferta del primer programa de la Concertación?
–Hubo un documento que redactó el ex presidente de la Comisión Chilena de Derechos Humanos, Jaime Castillo Velasco, que se llamó “Una patria para todos”. Eso es lo que no hemos podido hacer. Me incluyo. El motor de la transición hizo una obra importante, pero el resultado es que terminó en una economía estable, que crece con una muy mala distribución de la riqueza y del ingreso, que ha ensanchado las diferencias y con una democracia incompleta. Necesitamos otro motor.
–A partir de esa deuda surgieron demandas como las de los estudiantes.
–La sociedad chilena se mueve en una ambigüedad. Tenemos un modelo económico y una cultura mercantilista implantados progresivamente, que nos hace a todos ejemplares consumistas y endeudados. El endeudamiento es una pieza fundamental del disciplinamiento del trabajador y, además, una sinvergonzonería. Pero al mismo tiempo, Chile tiene expresiones de inconformismo y rebeldía. Con los “pingüinos” eso resultó particularmente interesante, porque los secundarios son un segmento que la sociedad todavía no ha mercantilizado.
–¿Cómo llegamos a esto?
–Creo que en un momento del camino se trancó el motor y ya la épica del plebiscito y el primer Gobierno de Aylwin, en que todos pisábamos sobre huevos, porque era un momento muy difícil, teníamos boinazos, ejercicios de enlace...
–Pero también tenían a la mayoría de la gente a su favor.
–A lo mejor pisamos demasiado sobre huevos, me incluyo y lo digo como general después de la batalla. Luego, a la Concertación le salió un cototo en la frente de darse tantos cabezazos contra la pared de la derecha a través de la Constitución del ’80, del sistema binominal y el veto parlamentario en el Congreso. Se fue agotando y sufrió algo que padecen todos los gobiernos: creen que tienen que decirle a la gente que todo lo han hecho bien.
–¿Cómo se reencanta con la política?
–La única manera de enfrentar eso es dando un giro muy visible que tiene varios componentes. El principal es abrir las puertas y ventanas.
–¿Para el PC, La Surda, Fuerza Social, Nueva Izquierda y otros?
–Para todos los excluidos y los autoexcluidos. Porque hay excluidos que quieren estar, como el PC u otros, que han participado en las elecciones sin éxito porque el sistema binominal los excluye. Ante ellos tenemos un deber ético, político y de dignidad. No jugarse a fondo por cambiar el sistema binominal es vergonzoso.
–¿Qué significa jugarse a fondo?
–Hacer un pacto para elegir más alcaldes, más diputados, para quebrar el veto parlamentario de la derecha. Un acuerdo de todos los sectores de la Concertación, la izquierda excluida y los voluntariamente excluidos para constituir una mayoría, discutir una nueva Constitución y generar un sistema electoral justo.
–Pero en iniciativas como La Disyuntiva, tienden a hablar entre ustedes.
–Debemos salir más, pero hay que combinar, porque en Chile la política ha llegado a ser cupular, y uno no debe dejar de lado las cúpulas.
–Sólo una mujer firma el documento Unir Fuerzas. ¿Les falta capacidad de seducción?
–Ése es un golpe bajo. Son pocas las mujeres en el Parlamento y la idea de la Presidenta sobre cuotas parece que no es muy bienvenida entre los varones. En ese sentido fui, tempranamente, en el exilio, educado y domesticado en un feminismo duro. Pero ahora veremos cómo continúa esto.
–A propósito de mujeres, ¿cómo evalúa el actual Gobierno?
–Ha habido un ataque inclemente de la derecha con un fuerte machismo y rechazo a la igualdad social de las mujeres. Creo que también hay sectores de la Concertación que, por razones culturales, no han percibido lo que significa que en este país haya una Presidenta, y no cualquier mujer, porque Michelle Bachelet es una mujer con una fuerte vocación por hacer participar a la gente, con un respeto a toda prueba por los menos empoderados. Eso es valiosísimo.
–¿Pero hay críticas?
–El Gobierno que armó resulta de un compromiso estructurado sobre la base de pensar que, existiendo recursos extraordinarios, se podrían impulsar políticas sociales importantes, y que eso no chocaría con encomendar las principales tareas políticas [Interior, Relaciones Exteriores] a políticos DC, y a los sectores liberales progresistas de la Concertación el manejo de la economía. Eso no se puede hacer. No se puede separar la economía de la política y la sociedad. A este Gobierno le falta consistencia en una línea: nos falta saber cuál es la prioridad y quiénes establecen esa prioridad. Yo creo que es luchar contra las desigualdades y las exclusiones.
–¿Eso tiene relación con lo sucedido en Codelco?
–Así es. ¿Cuál es la prioridad: mejorar la calidad laboral de Codelco o que Codelco gane unos pesos más, sin aplicar la Ley de Subcontratación? La prioridad es la primera y la gestión de Codelco debe hacerse con esa prioridad. Las empresas públicas no son iguales a las privadas y lo que están tratando éstas es que Codelco no respete la prioridad, para después cubrirse tras ella.
–¿Cuál es la oferta para profundizar la democracia?
–Debemos superar los intereses corporativos de unos y el resentimiento legítimo de otros y partir por una plataforma mínima de cosas importantes: la exclusión política, el sistema binominal, la Constitución, tiene que haber regulación sobre medio ambiente y materias muy precisas para enfrentar las desigualdades.
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